Héctor Landolfi escribe "Un ideólogo diría que la araucanización es la expresión indígena del imperialismo".
Sr. Director
La condición ágrafa de la cultura indígena significa un escollo y un desafío para el investigador. La carencia de una fuente
escrita original atrapa al estudioso en un contrapunto entre el relato subjetivo del cronista y la investigación científica
del arqueólogo. Y, ya en tren de dificultades, el cronista de¬be transmitir los sonidos (fonemas) de un idioma que no conoce.
Si determinado fonema es emitido por un indígena, pero registrado por cronistas distintos, distintas serán sus respectivas
transcripciones.
Salvador Canals Frau plantea un problema aún mayor: el de nombres indígenas que "aparezcan en un mismo documento, a menu¬do
escritos por un mismo puño y letra, con grafías distintas."
La toponimia indígena rionegrina y neuquina es un ejem¬plo de estas complicaciones. La búsqueda de la verdadera filiación de
un topónimo aborigen tropieza con el fuerte proceso de araucanización —hoy renovado bajo otras formas— desplegado sobre un
sustrato de nombres tehuelches antiguos. La gran mayoría de los geónimos araucanos actuales es traducción, más o menos
literal, de las denominaciones tehuelches anteriores.
Una dificultad adicional viene a sumarse por las variadas formas de pronunciación y escritura que tiene un nombre indígena.
Veamos dos ejemplos:
1) Chocón: shokoñ, llonkóñ, llokón, llonkón, iokón, son todos nombres araucanos derivados del tehuelche septentrional ia (u)
këna, dados a cierta variedad de bulbos comestibles.
2) Pirrén Mahuida. Del araucano: pirrén "nieve", "nevado" y mawida "sierra". Es traducción del tehuelche septentrional iajau
kaptuwén, "nieve echada.", "extendida". (Ejemplos tomados de Casamiquela, Rodolfo. Geonimia de Río Negro. Viedma. 1967).
La patronímica araucana (mapuche) se forma a partir de nombres de la naturaleza (animal, vegetal y mineral) que se modifican
mediante el agregado sucesivo de adjetivos. Los nombres de las personas se forman con referencia a la calidad del individuo o
de la etnia o a la relevancia de un aspecto somático.
Ejemplos de formación de la nomenclatura araucana (mapuche).
De origen animal: Nahuel Quintún (buscador de tigres); Nahuel Pichí (tigre pequeño); Curí Ñancú (águila negra).
De origen vegetal: Bula Ranquil (pastizal grande); Pe¬huenches (gente de los pinares); Chacaihuaruca (casa de calafa¬tesj,
De origen mineral: Namuncurá (pie de piedra); Alicurá (piedra caliente); Huechuqueo (sílice puntuda).
De concepción etnocéntrica (desde la Araucanía, Chile):
Bariloche (gente del otro lado —de la Cordillera de los Andes—.); Huliches (gente del Sur); Picunches (gente del Norte).
De personas o etnias: Carú Agé (cara negra). Curú Loncó (cabeza negra); Tehuelches (gente bravia).
Los nombres araucanos (mapuches) se caracterizan por contener una alusión general junto a la mención del rasgo que los
individualiza. Se trata de denominaciones compuestas aunque se expresen en una sola palabra por un nombre genérico y un
nombre propio. El primero alude a un topónimo, una planta, un animal, y el segundo a su característica distintiva.
En todos los casos, el nombre compuesto es preciso. Ilustra y define el perfil del gentilicio o topónimo al que se refiere.
Probablemente no exista, en el mundo, pueblo o etnia que haya cambiado tantas veces de nombre como los actuales mapu¬ches:
Reches ("Mera gente", "Gente pura"). Primera autodenominación registrada.
Aucas ("Gente bárbara", "salvaje"). Con referencia a los antiguos pobladores de la Araucanía chilena.
Araucanos— Gentilicio identificado con el lugar donde habitaban: la trasandina Araucanía.
Y finalmente: Mapuches ("Gente de la tierra"). Denominación adoptada desde mediados del siglo pasado.
La adopción de este último gentilicio fue decidida en el "Primer Congreso del Área Araucana Argentina", realizado en San
Martín de los Andes en 1961. A partir de entonces, y como si fuera una orden, también cesaron en sus nombres las Asociaciones
araucanas en la Argentina.
Si sorprende lo reciente de la denominación "mapuches", asombra aún más que, en el referido Congreso, no haya ninguna alusión
al mapudungun ("habla de la tierra"), denominación actual del idioma de los araucanos o mapuches.
El cambio de nombre, anunciado en el Congreso sanmarti¬nense, resultó sorpresivo y desconocido para algunas tribus
arau¬canas. Es el caso de los rankülches (ranqueles). Y así lo manifestaron:
"nuestros hermanos del sur (araucanos, luego llamados ‘mapuches') nos englobaron en sus banderas que dignamente supieron
hacer flamear y hasta nos impusieron una definición que apareciera en este siglo (XX) y que nosotros desconocemos: 'MAPUCHE'
Dado el tiempo transcurrido y al no encontrar dicha definición en nuestra tradición oral, cuando consultamos a los
integrantes de nuestra Nación, nos señalaron inequívocamente la cordi-llera". (Briones-Carrasco. Pacta Sunt Servanda. Buenos
Aires. Vinciguerra. 2000).
El término "mapuche" no responde a la etimología clásica de la nomenclatura araucana. Su carácter difuso y decididamen¬te
abarcador carece de los elementos referenciales que tienen los nombres de esa etnia. Es una denominación compuesta, pero no
tiene el nombre propio que concede al término el perfil definidor.
Y al nuevo nombre le faltan las virtudes que tiene la nominación araucana.
Paradójicamente, el gentilicio "mapuche" invalida -o al menos ignora- la capacidad tradicional que la denominación indígena
tiene para definir el carácter y ubicar en el espacio a las personas y a las etnias.
Su esencia difusa: "gente de la tierra", permite aplicarlo a cualquier lugar donde haya "gente" y donde haya "tierra".
Pero, si bien el gentilicio "mapuche" se aleja de la mecánica nominadora araucana, cumple en cambio una función geopolítica.
El diseño del nuevo nombre busca legitimar políticamente la presencia cisandina araucana en la Patagonia argentina. Y es que
los araucanos (mapuches) han considerado a la Patagonia como La Gran Araucanía, el "Hinterland" que desean ocupar.
Este expansionismo se hace evidente a partir de la difusión del caballo y de las vacas en la Pampa y en la Patagonia. El
equino aumentó el poder militar de un pueblo que tenía alta capa¬cidad bélica. Y, con los bovinos, adquirieron poder
económico y comercial.
Los araucanos (mapuches) cuestionan al Estado nación argentino y, por extensión, a la Cultura Occidental. Y,
paradójica¬mente, se benefician con el uso del equino y del vacuno que -como la bandera (mapuche) que enarbolan son
productos de neto origen Occidental. A esta paradoja viene a agregarse el petróleo, ubicado en la entraña neuquina, nuevo
bien de cambio araucano (mapuche), de demanda básicamente Occidental.
Un ideólogo diría que la araucanización es la expresión indígena del imperialismo.
Héctor Landolfi.