El patógeno mantiene a millones de personas en cuarentena y a toda la población mundial en vilo. La investigadora Sandra Goñi explica las particularidades de este brote, ahonda en sus causas culturales y advierte sobre otra epidemia: la desinformación.
Que el virus provenía de las serpientes. Que, finalmente, no era así. Que en realidad lo más probable es que provenga de murciélagos. Que todavía no hay certeza pero que ya se están desarrollando vacunas… Desde que el brote de coronavirus fue mundialmente reconocido, miles de titulares afirmaron, refutaron y continúan aportando información sobre el patógeno, a la par de cada paper que sale sobre el tema.
Lo único seguro es que, al día de hoy, hay 107 muertes y más de 4000 casos confirmados del virus oriundo de Wuhan, en China, que tiene a esa y a otras 12 ciudades pobladas por millones de personas en cuarentena.
En cuestión de dos semanas, el virus –que produce afecciones respiratorias y neumonía- traspasó la frontera China y ya se encuentra en Japón, Australia, Corea del Sur, Singapur, Tailandia, Taiwán, Vietnam, Malasia, Nepal, Camboya, Sri Lanka, Francia, Alemania, Estados Unidos y Canadá.
Según la OMS, la información que necesariamente debe circular es aquella que apunta a la prevención. En otras palabras, qué deben hacer concretamente las personas y las instituciones gubernamentales de salud para evitar y disminuir la probabilidad de contagio.
En diálogo con Agencia CTyS-UNLaM, la directora del Laboratorio de Virus Emergentes (LVE) del Instituto de Microbiología Básica y Aplicada (IMBA-UNQ), Sandra Goñi, explica las características de esta epidemia y pone la lupa sobre las causas medioambientales. “Este brote nos va a servir mucho para aprender cómo manejar la información”, adelanta.
Infodemia
Apenas se dio a conocer el caso del nuevo virus, la comunidad científica comenzó a estudiar su genoma para encontrar, en primer lugar, su procedencia y sus características básicas. A contramano de otras épocas, esa búsqueda –progresiva, con aciertos y errores como todo proceso- trascendió minuto a minuto en los medios públicos, generando abundante información que, sin un contexto adecuado, muchas veces resulta contradictoria.
Al día de hoy, por ejemplo, si bien todo parece indicar que su reservorio -el animal que sirve de huésped al virus- es el murciélago, esto todavía no se confirmó, y eso dio lugar a que todas las investigaciones previas, necesarias para acumular evidencia e ir descartando opciones, fueran publicadas mediáticamente, en algunos casos, como la “verdad”.
Para Goñi, la sobreoferta de datos es una muestra de los tiempos que corren: “La información explotó en términos de horas, y eso habla del acceso que tenemos a la tecnología. Hay todo un debate del ambiente científico que antes se daba tras bambalinas, pero que ahora podemos ver directamente como espectadores, muchas veces sin el contexto adecuado para poder interpretar este escenario”.
“El brote epidémico –explica- es muy incipiente, por eso todavía falta información. El hecho de tener el virus aislado en el laboratorio y hacer ensayos in vitro permite evaluar su comportamiento, pero este conocimiento no posibilita la predicción de cómo se puede llegar a diseminar en la población ni qué tan grave puede ser su patogenia. Lo que sí se puede es proyectar qué cambios puede haber, pero eso lleva tiempo”.
En este sentido, el flujo de noticias con hallazgos parciales, en una instancia tan primaria de la investigación, pierde sentido y puede prestar a confusiones. En otro ejemplo, una de las características del coronavirus que se difundió es que “muta muy rápidamente”. ¿Qué quiere decir esto?
Según Goñi, el virus cambia tan rápido “como cualquier otro que tenga ácido ribonucleico (ARN) como genoma”. “Cuando los virus multiplican ese ARN –agrega- lo hacen con errores, por eso se dice que ‘mutan’, ya que no tienen la capacidad de corregir esos errores, los cuales no necesariamente se traducen en un cambio en su capacidad de patogenia”. Una vez más, se difundió información que, en lugar de aclarar, oscureció.
Frente a este panorama, la experta indica que lo importante es difundir y atender a las recomendaciones de la OMS, que son las mismas que se aplicaron cuando ocurrió la gripe H1N1, y que cada persona pueda conocer qué se puede hacer para prevenir el contagio: toser en el pliegue del codo, higienizarse las manos con frecuencia y buscar atención médica en caso de presentar síntomas compatibles a los de un cuadro respiratorio agudo.
Para aquellos que se dirijan a la ciudad de Wuhan u otras zonas afectadas, se aconseja evitar: el contacto con personas que presenten síntomas compatibles con cuadros respiratorios agudos, asistir a lugares con presencia de animales de granja o salvajes, vivos o muertos, e ingerir alimentos crudos, en especial, los cárnicos.
“Después, cuando la información científica sea concreta, ahí sí se puede divulgar y comunicar porque todos tenemos derecho a conocer que es lo que está pasando. Los científicos nos tenemos que hacer cargo de pulir el conocimiento para transformarlo en información que sea trasmitida lo mejor posible”, afirma.
La información que falta
Según la investigadora, algo que se desprende de este tipo de epidemias pero que socialmente no se cuestiona son las causas, el motivo por el cual un virus pasa de su especie huésped a otra, emergiendo una enfermedad en su nuevo destino. La respuesta es: las formas en las que nos relacionamos con el ambiente.
“En una ciudad como Wuhan, que tiene un mercado enorme de productos de mar, convergen en un mismo espacio animales que naturalmente no estarían de forma cercana. Así, están generando un contexto en el que este intercambio de virus es una posibilidad”, ejemplifica la experta.
El hecho de transformar abruptamente un ecosistema, como ocurre con los desmontes de bosques, modifica la ecología de ese lugar y eso no solo repercute en el clima –con más sequías o inundaciones- sino en el comportamiento de las especies que, para sobrevivir, se trasladan a otros hábitats, con otras especies y otras dinámicas.
“Las especies que se trasladan –desarrolla Goñi- se someten a un nuevo ambiente donde tienen contacto con otros animales, y sus patógenos también lo hacen. Cada ser vivo tiene un cúmulo de agentes infecciosos con los que pueden convivir toda su vida sin que los afecten, pero que, al entrar en contacto con otro ser vivo, sí lo pueden enfermar”.
Uno de los temas de estudio de Goñi tiene que ver el virus Junín, un patógeno que ocasiona la fiebre hemorrágica argentina y que tiene como principal hospedador al ratón maicero. Como su nombre lo indica, el ratón come maíz y, cuanto más alimento tenga disponible, más se va a reproducir.
“Cuando explotó el cultivo de maíz en la Argentina, en la cuenca agrícola del centro de la provincia de Buenos Aires, los ratones maiceros empezaron a reproducirse mucho y comenzaron a entrar en contacto con los hogares. Ellos vivían con ese virus y no tenían problema, no estaban enfermos, pero sí enfermaron a los humanos, que a través del ‘salto de especie’ se transformaron en hospedadores secundarios”.
Este caso, como otros, da cuenta de que el corrimiento de los límites naturales, la transformación de hábitats y la depredación de ambientes pueden dar por resultado este tipo de brotes. En ese sentido, la experta insta a considerar estos brotes como una demanda más a sumar en las luchas por el cuidado del medio ambiente.
“El mayor cuestionamiento que nos tenemos que hacer como sociedades es cómo estamos viviendo en nuestro planeta. Cuando hablamos del agujero en la capa de ozono, del calentamiento global, también tenemos que agregar la emergencia de enfermedades, porque no es que ‘los virus nos atacan’, nosotros estamos avasallando cada vez más límites por nuestras formas de vivir”, concluye.
Carolina Vespasiano - (Agencia CTyS-UNLaM)