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Pioneros angosturenses: Hace 116 años llegaban los Quintupuray

Isidoro Quintupuray falleció a los 96 años en julio del 2012. En la foto de archivo durante una entrevista con La Angostura Digital.
Historia
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En marzo de 1900 llegaba a estas tierras Juan Antonio Quintupuray con sólo 20 años acompañado de su joven esposa. Después de no pocas peripecias, se establecieron a orillas del lago Correntoso. Una de las familias pioneras de la hoy pujante Villa la Angostura.

 El 15 de marzo de 1900 llega al Nahuel Huapi Juan Antonio Quintupuray en compañía de su joven esposa. Provenientes de San Pablo, pequeña localidad rural ubicada a 21 kilómetros al norte de Osorno, Chile.  Juan Antonio Quintupuray había nacido un 24 de junio de 1880, y teniendo sólo veinte años, se aventuró tras los pasos: “.... de las tierras del otro lado de la cordillera ,que prometían un futuro mejor...”.

Primero se asentó en “El Pichunco”, y luego tras incendiarse la vivienda se trasladó el matrimonio hasta el hoy denominado “Paraje Quintupuray”. Este pequeño valle, paso obligado en el hermoso “Camino de los Siete Lagos”, está ubicado al norte del Lago Correntoso, en el Km. 20 de la Ruta 234, junto a la desembocadura del arroyo Neuquen-co.

El matrimonio inició las tareas construyendo una precaria vivienda, corrales, y un establo. Comenzaron con la explotación de ovejas, vacas y caballos, llegando a tener más de cien cabezas en total, así como el sembrado de trigo y avena. La infaltable huerta familiar completaba los trabajos diarios, allí se cultivaban papas, lechugas, zanahorias, etc. En este paraje nacieron sus diez hijos: Alberto, Antonio, Florencio, Francisco, Domingo, Martín, Lucas Isidoro, fueron los varones y las dos niñas del matrimonio: Margarita y Rosa.

Con su bote a remos, el ir “hasta el poblao” significaba la dura tarea de remar por más de tres horas (dependía de la fuerza del viento) arribando hasta el antiguo puente junto al río Correntoso, de allí en el auto de alquiler de Alfredo “Pilón” Barbagelata (antes era a caballo hasta el almacén “La Flecha”) . El propietario del taxi, nunca quería cobrar, y al preguntársele cuanto era, sólo agregaba con humildad. “...sólo algo para el puchero.” Dignidad y grandeza de los hombres del ayer.

Luego, con la instalación de un motor fuera de borda al bote de madera (con una potencia de 5 hp.) el mismo recorrido se hacía en algo más de una hora. Nunca fue fácil, vivir en tan desolado paraje, basta recordar que el camino que unía con el pueblo de Angostura, se cerraba, al iniciarse el invierno, y permanecía en ese estado hasta llegada la primavera.

Los inviernos solían ser más crudos que los actuales; en el invierno de 1944 (considerada como “la gran nevada”) la nieve superó los cercos de los corrales, llegando al metro y medio de altura. Como desde los primeros días, aún posee un P.P.O.P. (permiso precario de ocupación y pastaje) debiendo pagar un canon por año que fluctúa de acuerdo a la cantidad de animales declarados.

Una época rentable para la economía familiar se presentó cuando funcionaba el Hotel de Ruca Malén al abrir en temporada estival (de octubre a abril). La familia le vendía sus productos caseros que eran consumidos por los turistas, quienes tenían preferencia por los productos típicos y naturales. Así comercializaban la leche fresca de cada mañana, queso, dulces, frutillas, frambuesas, verduras, etc...

Durante el invierno, en su trabajo de telar, doña Mariquita Trueque de Quintupuray, realizaba trabajos de artesanías que se vendían en su totalidad al llegar la temporada turística.

Hoy, manteniendo una tradición que supera los cien años, la familia Quintupuray permanece en ese mismo valle, junto a la costa del Lago Correntoso, en un paraje, de por sí digno de admiración por la belleza con que la naturaleza lo rodea. Isidoro, Hayde, Irma, Doraliza del Carmen y Dora Quintupuray mantienen las actividades en cinco hectáreas ,de la cría de animales (caballos, ovejas y vacas), así como un hospedaje, camping, y con la opción del servicio de pensión completa, con los productos caseros que ellos mismos elaboran.

“Paraje Quintupuray”, es una parada obligada de quienes transitan por estos paisajes, que invitan al asombro, ante la explosión de colores que la cordillera andina ofrece a cada paso.

Yayo de Mendieta

Del libro "·Una Aldea de Montaña", del mismo auto (2002)