Tierra Alegre es un emprendimiento autogestivo de varias familias. Cumplen la currícula oficial pero con otros métodos pedagógicos, por lo que los niños no se exponen a dispositivos electrónicos. ¿Cómo se adaptan a la virtualidad?
"El aprendizaje se pasa por el cuerpo", dicen las madres y maestras que forman parte de la comunidad educativa de Tierra Alegre, una escuela autogestiva de pedagogía Waldorf que funciona desde 2010 en Villa La Angostura. Se trata de uno de los pocos colegios de este tipo en la provincia, que debe hacer un esfuerzo para extra para adaptarse a la falta de presencialidad, ya que enseñan sin exponer a los niños a las pantallas.
Aunque Tierra Alegre es aceptada oficialmente como una escuela y se dictan los contenidos que forman parte de la currícula oficial de la provincia, estudiar en este lugar implica una experiencia muy diferente a la que se vive en aulas tradicionales. En lugar de aprender a fuerza de tiza, cuaderno y pizarrón, los niños aprenden de la vivencia, por lo que las experiencias de vida tienen mucho más peso que los dictados y los libros.
"Acompañamos al niño en todo su ser, en su proceso evolutivo", dice María Sol, una de las integrantes de la comunidad de Tierra Alegre. Por eso, cada estudiante tiene un trato personalizado y en su proceso educativo se involucra a toda su familia, para que todo el seno familiar sea parte de su aprendizaje.
Según detallaron las maestras de esta escuela, las aulas respetan una estética minimalista para evitar la sobrecarga de estímulos hacia los niños. Los chicos, que cursan muchas veces en espacios multigrado, escriben en hojas lisas que llenan de expresiones artísticas. Se le da mayor importancia a las clases de plástica o música, y los niños también tienen clases de huerta y de labores manuales, que incluyen el tejido.
En la pedagogía Waldorf se oponen a la exposición de los niños a las pantallas. Por eso, adaptarse al dictado de clases virtuales es un verdadero desafío para los 52 niños que integran la matrícula del colegio. "Lo que hacemos es mandarles las tareas por WhatsApp a los padres para que ellos generen las experiencias con sus hijos", dijo Julieta, que cumple la doble función de ser mamá de la escuela y también maestra de la institución.
Según detalló, se notó un gran compromiso por parte de los padres, que respetan las rutinas establecidas para garantizar la continuidad educativa de los niños. Los adultos de la casa deben involucrarse de manera completa, ya que no pueden dejar a los niños sentados frente a una pantalla de Zoom para que escuchen a sus docentes.
Como el colegio tiene apenas 52 alumnos entre jardín de infantes y primaria, los salones no tienen más de 10 alumnos por cada curso. Eso permitió que, durante el lapso en que se habilitó la presencialidad, los niños pudieran asistir a Tierra Alegre todos los días. Sin embargo, el crecimiento en el número de contagios los llevó a suspender otra vez las clases y a generar estrategias creativas para que los padres pudieran replicar las experiencias que, según la pedagogía Waldorf, son la base del aprendizaje.
Las maestras de la escuela aclararon que los ciclos se separan a través de relatos. Así, los niños empiezan su trayectoria escolar con los cuentos de hadas, y siguen con las fábulas y la literatura picaresca. "En cuarto grado tenemos el cuento vikingo, que implica salir a conquistar, en quinto sigue la mitología griega, que introduce lo bello; después la mitología romana y el cuento medieval", detallaron.
Una escuela en expansiónCon esta mirada nueva, que propone una forma diferente de acercarse a los conocimientos, Tierra Alegre tuvo que hacer esfuerzos extra para adaptarse a la virtualidad al tiempo que se proponen otro desafío. Las maestras explicaron que el colegio funciona en un edificio prestado que quedó demasiado pequeño para un crecimiento de la matrícula que, este año, representó una suba del 50% en la cantidad de alumnos.
Hace dos años, la comunidad educativa comenzó a gestionar su proceso de expansión. Consiguieron la cesión de un terreno en comodato por 30 años, donde planean edificar la escuela. El objetivo es empezar primero con el jardín de infantes y crecer lentamente para construir una escuela primaria y luego una secundaria. Algunos padres que son arquitectos ya diseñaron el proyecto para edificar, pero aún deben reunir los fondos para iniciar las obras.
Aunque son aceptados como una escuela oficial, Tierra Alegre no recibe fondos del Estado. Los padres de los alumnos hacen aportes económicos para pagar el sueldo de los docentes y cubrir los gastos de luz, agua y mantenimiento del edificio, en una organización sin fines de lucro. Sin embargo, muchas veces aceptan a estudiantes de bajos recursos que no hacen el mismo aporte para sostener la institución, por lo que necesitan ayuda extra ahora, que se proponen construir un edificio.
En ese marco, generaron una rifa gracias al respaldo de prestadores turísticos de la localidad. Los premios son estadías en Villa La Angostura, lo que permite que personas de distintos puntos del país compren también los números para ayudar a la escuela.
Fuente: LM Neuquén