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Tue, Nov

Jean Pierre Raemdonck y el capítulo 45: "Graduaciones, viaje a Suiza, última temporada de esquí"

El placer de un paseo de inspección
Cultura
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Como todos los sábados compartimos un nuevo capítulo de la historia de Jean Pierre y el centro de esquí Cerro Bayo. 

 

Luego del accidente ocurrido en julio del 2005,  aparecen varios felices eventos familiares: Fin de noviembre, Édouard termina su secundario junto a su prima Pamela, con entrega de diplomas en el Salón de Convenciones del pueblo.

Édouard y Pamela entre sus compañeros de estudio.

A mitad del mes de diciembre, Bernadette, Hélène, Édouard y yo salíamos a bordo de nuestro pequeño VW Gol a Córdoba para festejar con Paul que terminaba sus años de universidad con la aprobación de su tesis.

Paul y sus compañeros de trabajo y cursos universitarios.

Según las costumbres de la universidad, Paul fue bautizado por sus compañeros, quienes lo hicieron cruzar la ciudad en una camioneta, en calzoncillo con la cabeza parcialmente rapada.

Bautismo del Ingeniero Electrónico Paul Raemdonck.

Durante este viaje, poco antes de llegar a Córdoba tuvimos una suerte única. En el momento que nos parábamos a un surtidor de combustible, la rueda delantera derecha con su eje y freno a disco se desprendió, dejando caer el coche sobre el piso de la estación de servicio. Si eso hubiera ocurrido pocos minutos antes, sin duda que no estaríamos más para contar ese episodio.

Durante el fin de semana, Paul nos presentó los miembros de su Club de Planeadores, así como su instructor de pilotaje que me ofreció la oportunidad de un primer vuelo.

Sentirse remolcado por un avión hasta una cierta altura seguido de la sensación de planear en silencio como una gaviota es una experiencia inolvidable que me hizo entender la pasión que había descubierto Paul por esa actividad en su Club de apasionados voladores.

Todo listo para el despegue.

El día anterior, Édouard nos dejó para viajar a Buenos Aires, donde fue recibido por sus padrino y madrina, Teddy y Graziella Furlong, quienes al día siguiente lo llevaron a Ezeiza, para embarcarse para Suiza, donde iba a trabajar en el Centro de Esquí de Moléson como patrullero/socorrista. Allí se encontró muy bien recibido por la familia de Antoine Micheloud. En ese pequeño Centro de Esquí al lado del pueblo de Gruyère, tres patrulleros son suficientes. Había un patrullero suizo y un belga para asegurar el servicio con Édouard belgo/argentino. Fue para él una excelente experiencia y Antoine se mostró muy satisfecho por su trabajo, a tal punto que en signo de reconocimiento, después de la temporada, lo llevó a Bruselas, hasta el departamento de Mamy donde se reencontraba con Bernadette y Hélène.

Paul y yo, íbamos a encontrarnos con el resto de la familia Van de Moortele en España en Río Chiclana (a 100 km de Sevilla) donde Mamy nos había invitados para festejar sus 90 años en un lindo hotel sobre la costa Atlántica, cerca del estrello de Gibraltar. En la entrada del hotel, un empleado nos colocaba un brazalete que nos permitía la libre consumición de todos los servicios del establecimiento durante nuestra estadía. Toda una organización de estilo americano, para que el cliente no tenga que preocuparse de nada. Como disponíamos también de bicicletas, aproveché de una para conocer el pueblito de Rio Chiclana, bien español, totalmente diferente de nuestro hotel y de su organización. Estábamos tan aislados del país durante esa Semana Santa, que en fin de cuenta asistíamos a las típicas procesiones del Vía Crucis de Sevilla, sobre la pantalla de TV, en nuestro dormitorio.

La Reunión de los Primos en Villa Rio Chiclana.

Después de esos días de descanso, nos separábamos, Bernadette, Hélène, Édouard y Paul se volvían a Argentina y yo salía a Suiza en la búsqueda de materiales para el Cerro Bayo.

Como en mis viajes anteriores disfrutaba de numerosas invitaciones. Entre las cuales, en Monthey en la casa de Gord y Cathy con acceso a todo lo que me podía hacer falta.  Un domingo la familia Micheloud me invitó a almorzar en su chalet en los alrededores de Sion.

Con Antoine en Sion.

Y una mañana, Albert Glassey (Hermano de Paul Glassey) me presentaba a su equipo de colaboradores en su firma de instalaciones de líneas eléctricas. Además Albert tuvo la amabilidad de dejarme depositar mis adquisiciones en sus depósitos y me facilitó una camioneta para mis transportes.

Albert Glassey me presenta a sus colaboradores.

Después de mis recorridos en los alrededores de Monthey, iba a Haute Nendaz, donde me esperaban con  brazos abiertos, Paul y Antoinette, con buenos platos típicos suizos y un confortable departamento a mi disposición. No podía estar mejor atendido. De allí, recorría los alrededores de Sion, entre los cuales estaba el amigo Hans Smith, gerente de la agencia Kassböhrer, quién me conseguía  repuestos de pisanieves y me daba preciosos consejos en cuanto a sus mantenimientos.

Hans Smith cargando la camioneta de la firma Albert Glassey.

Un fin de semana, Étienne Glassey y su hijo mayor, Máxime de solamente 4 años, me llevaron a conocer las pistas de esquí de Haute Nendaz y sus alrededores.

Arriba del “Mont Fort” a 3.328 metros con mi guía Máxime
 

La salida se hace de arriba de “Mont Fort” a 3.328 metros de altura. La primera pista es a pique y Máxime me indica cómo negociarla.

Después era una verdadera autopista para esquiadores.

En el recorrido no podía faltar un descanso con una “croûte de fromage”.

Un día de esquí inolvidable.

De regreso en el chalet de los abuelos de mi guía, en el estudio de Paul, abajo de la cocina de Antoinette, discutíamos el proyecto del pequeño teleférico que iba a alcanzar la cumbre del Cerro Bayo. Poco a poco el proyecto se concretaba y la instalación se iba a poder inaugurar antes del invierno del 2007. El teleférico se iba a nombrar “René de Chateaubriand”, quién nos había dado tres hectáreas en la cumbre para este fin. No podíamos perder la oportunidad para que el lugar se transformara en un mirador con sus espléndidos panoramas, además de la posibilidad de ofrecer a los esquiadores poder aprovechar la famosa Pista Provincial, sin necesidad de colocar en ella instalaciones, dejándola como un hermoso fuera de pista.

Paul y Antoinette me llevaban para mostrarme los lindos paisajes del Valle del Rhône, pasando por los imponentes diques y sus instalaciones hidroeléctricas, donde Paul tenía las puertas abiertas para mostrarme los alternadores y sus potentes turbinas. También me mostraba las inmensas bombas que servían para remontar agua a los diques por medio de la energía eléctrica  producida en Francia con sus numerosas centrales atómicas, con un costo inferior que la producida en Suiza. Pero cuando le falta energía en Francia, Suiza vende a un precio más elevado su energía hidroeléctrica. Los responsables de estas instalaciones, nos recibían con las explicaciones de su funcionamiento.

Un atardecer, Antoinette me llevó a “Sierre” para asistir a una demostración de tenis con un invitado de honor: Roger Federer.

Roger Federer.

Federer, había venido para ayudar una obra para discapacitados, de los cuales algunos hicieron una demostración de tenis que fue tan aplaudida como la de los grandes  campeones, invitados a participar con Federer.

Después de esa fructuosa y magnifica estadía, devolvía mi coche en el aeropuerto de Ginebra y tomaba vuelo hacía Villa La Angostura. En el avión, me recordaba mis primeras expediciones a Suiza, cuando  conocía solamente Jacques Pignier y Francis Coffy de “Abondance” quienes me pusieron en contacto con Jacques Nantermot de “Morgins”, donde conseguía mi primera telesilla suiza, dos años después de haber comprado la ex estación motor de “Abondance”.

En Andalué, llegaba a tiempo para festejar los 19 años de Édouard.

Incluso nuestra perra Auca, lo felicitaba.

Como lo anticipaba en el Capítulo 44, a partir del principio del año 2006, las autoridades provinciales aplicaron su reglamentación con el inconveniente que el inspector se mostraba más exigente con nuestro Centro, que con los demás centros de la Provincia.

Solamente a nosotros, Don Enrique (el inspector) exigía las verificaciones de todas las soldaduras por una firma especializada. Un trabajo que podía demandar más de un año.

Verificaciones de las soldaduras de la estación de salida de la Telesilla Chaltén.

Los especialistas limpiaban con productos las múltiples soldaduras, antes de su verificación con otro producto con la posibilidad de encontrar alguna fisura.

 

Además de mantener estos técnicos con casa y comida en el Cerro Bayo, teníamos que ayudarlos a desarmar y rearmar todas las partes que querían verificar (todas las sillas, pinzas, balancines con sus ejes, etc.). De cualquier manera, nos dábamos cuenta que iba ser imposible verificar todo antes del invierno. Analizando la situación, tendríamos que haber avisado a la Provincia, que para hacer las cosas como nos exigían, íbamos a tener que cerrar el Centro durante un año, siempre y cuando  la condición de la reglamentación fuera igual para todos. Pero, para nosotros, cerrar era imposible económicamente.

Recientemente habíamos decidido cambiar el cable de la telesilla principal, con todos los gastos que eso representaba.

Mientras tanto esperábamos a nuestro amigo Gord que venía de Suiza para dirigir el operativo.

La llegada de Gord, bien recibido en el aeropuerto de Bariloche.
La llegada del nuevo cable.
Invento “Home Made” para enrollar el cable en desuso.
El empalme del cable nuevo.

Como lo explicaba anteriormente, “Don Enrique” no se entendía con nuestro ingeniero Pablo Secul, quien ayudado por su secretaria, Natalia,  nos defendía con sus conocimientos y buen sentido común. Esta situación de tensión se volvió tan insoportable que recibimos la orden de la Provincia de cambiar de ingeniero técnico.

Como deseábamos encontrar un ingeniero con conocimientos suficientes en medios de elevaciones, pensamos que nuestro hijo Paul seria la persona ideal. Él había participado en todos los trabajos de la montaña, tenía un conocimiento más que suficiente y recién se había recibido de ingeniero. No podíamos encontrar nadie mejor para el Cerro Bayo.

Paul recibe su diploma de ingeniero electrónico.

Es así que Paul se vino de Córdoba y fue a presentarse en Neuquén como el nuevo ingeniero de Cerro Bayo. Allí se dio cuenta de las malas intenciones de las autoridades provinciales.  Según ellos su diploma no correspondía. Que tenía que ser ingeniero “mecánico” y no “electrónico”. Eso cuando justamente, la parte más importante para la seguridad de los medios de elevaciones es la parte electrónica que previene la mayoría de los accidentes. En cuanto a la parte mecánica y resistencia de los materiales, todos los ingenieros reciben en sus primeros años de universidad una misma formación general que incluye estas materias antes que cada uno elija su especialización.

La fecha de apertura de la temporada se acercaba y teníamos que encontrar lo antes posible un ingeniero. Como no encontrábamos ninguno con conocimientos en medios de elevaciones, aceptamos un joven ingeniero que había trabajado en una fábrica de chocolate de Bariloche a quien explicamos el funcionamiento de nuestros telesillas y telesquíes.  De esta manera dejamos a nuestro joven ingeniero, con sus conocimientos en máquinas para producir chocolate, con el inspector provincial, sin experiencia en el funcionamiento de los transportes por cable, pero bien decidido a torturarnos a su manera, llenando su libro de actas de exigencias que no eran indispensables para la seguridad, a la vez de no contentarse de la reglamentación internacional. Nuestros medios de elevaciones de origen suizo respondían a esta reglamentación. Sin embargo, podría haber dejado para después de la temporada las mejoras que él consideraba, en su “vasta experiencia”.

Mientras tanto, los comentarios corrían en el pueblo que teníamos todo en mal estado y que por esta razón, no podíamos abrir el centro.

De izq. a der.: Don Enrique, su acompañante provincial, nuestro nuevo ingeniero y su secretario.

Eran interminables reuniones, discutiendo sobre las “Opiniones técnicas” que Don Enrique nos imponía.

Mientras tanto, aparecían los primeros temporales de nieve y toda la familia ayudaba: Paul y nuestro electricista, Jorge Cotos, se dedicaban a la parte electrónica, tan delicada y difícil de entender y reparar.

Paul, conectando los tableros de la Telesilla Lagos, antes de su inauguración.
Edouard, armando los enrolladores con Hermes.
Y revisando los rodamientos de ruedas de los balancines.

Hélène ayudaba Bernadette en la oficina y su novio, Pablo Irizar, profesor nacional de esquí, en los arreglos de pistas.

Bernadette con los problemas administrativos.

Desgraciadamente, disponíamos en ese momento para abrir el cerro, solamente la telesilla principal autorizada oficialmente. Para empezar la temporada, esperábamos tener por lo menos los telesquíes  para debutantes y el Pomita 18. Pero Don Enrique, impasible, llenaba su libro de acta con una lista interminable de exigencias, lo que provocaba en el pueblo una cierta inquietud sobre la imposibilidad de poder abrir la  temporada invernal.

La Cámara de Comercio local decidió venir a ayudarnos a convencer a Don Enrique de limitarse estrictamente a la seguridad y dejar para después de la temporada las demás observaciones. Pero no lo consiguieron.

Pablo Irizar (a la der.) con la Cámara de Comercio.

Para complicarnos un poco más la vida, Don Enrique nos hizo   fabricar para cada telesilla unas armaduras de hierro para evitar que en caso de rotura del eje de la rueda motor, esta salga de su lugar. Estas estructuras metálicas se llaman “Bully Catcher”. Era una reglamentación que recién entraba en aplicación en Europa para los nuevos medios de elevaciones por cable.

El “Bully Catcher”.

Además, durante estas inquietudes del pueblo, Don Enrique decidió exigirnos un estudio minucioso de todos los cimientos de hormigón de las torres y de las estaciones motor y retorno.

La inspección de cada cimiento (Más de 100 en total).

Para eso, llamamos a un ingeniero civil de Neuquén, especializado en hormigón armado que nos hizo un informe favorable y me aconsejó hacer un aporte económico a la “caja política” de la Provincia. Que sin eso, será casi imposible conseguir todas las autorizaciones……

A pesar de todos estos problemas, sin negociar con la “caja política”, conseguimos la autorización para hacer funcionar nuestra nueva telesilla “Los Lagos” colocada en reemplazo del T-BAR. Eso en gran parte, gracias a Paul y Jorge Cotos que terminaron a tiempo las instalaciones y puesto a punto de los tableros de comando.

Jorge Cotos.

Cada nueva autorización estaba festejada por todos los concesionarios del Centro. Entre los cuales, Lalo Bengoa con todo su equipo y su inventario de más de 1.000 pares de esquíes y botas esperando sus usuarios.

Lalo (en el centro) con su equipo  del local de la base.

En la espera de conseguir todas las autorizaciones de los medios de elevaciones, aprovechábamos la única telesilla autorizada para subir grupos de estudiantes a gozar del paisaje y tirarse bolas de nieve. Lo que representaba, como lo decía anteriormente para nuestra empresa una ganancia más lucrativa que la actividad del esquí y menos problemática.

 

Finalmente, en la víspera de las vacaciones invernales, Don Enrique nos autorizó dos medios más, lo que nos alentó a abrir el Centro a los esquiadores con la esperanza de otras autorizaciones. Pero la falta de medios provocaba largas colas en los únicos medios autorizados.

Las largas colas de esquiadores.

Lo que provocaba el descontento de la Cámara de Comercio, que organizó un “Piquete” a la entrada del camino de acceso al Cerro, donde no dejaban pasar los esquiadores que no alojaban en Angostura (que venían de Bariloche).

Recuerdo del “Piquete” de los 4x4 a la entrada del Cerro Bayo.

Mientras que el pueblo no percibía la situación en la cual nos encontrábamos, Don Enrique nos seguía persiguiendo con  exigencias que no tenían relación con la reglamentación ni con la seguridad. Un ejemplo entre muchos, fue de obligarnos a colocar un capot sobre un motor eléctrico de telesquí que no lo necesitaba por ser hermético a las intemperies. Era imposible explicarle que en caso que le pasaría algo al motor, el telesquí se iba a parar y cada esquiador largaría su percha sin que le ocurra ningún peligro. El problema principal era que Don Enrique, nunca había esquiado y aportaba sus “opiniones”. Lo mismo ocurrió cuando se dio cuenta que en las torres del Pomita 18, había unos collares que estaban colocados con sus tuercas en un sentido y para otro en sentido contrario. Nos exigía que todos los collares estén colocados de la misma manera. Le preguntamos en qué sentido los quería, nos contestó que eso no importaba, pero que él los quería ver todos armados de la misma manera. Lo que postergó la autorización para el funcionamiento del Pomita 18, tan demandado por nuestros clientes.

Don Enrique, aportando sus “Opiniones” sobre el Pomita 18.

Entre otros caprichos, Don Enrique no permitía el funcionamiento de la telesilla “Chaltén”, la unión  indispensable entre la base y la telesilla “Panorámica”, porque unas sillas tenían un modelo de pinza del año 1974 y las demás del año 1976. Don Enrique aprobaba tanto un modelo como el otro pero deseaba que en una misma telesilla, sean todas idénticas. Sabía que ya no teníamos el tiempo suficiente para hacer venir estas piezas de Suiza. Pero a pesar de eso, a final de septiembre, al final de la temporada, autorizó la telesilla con sus dos modelos de pinzas.

Había muy poca diferencia entre las pinzas del modelo SA y las del modelo L.

No voy a seguir contando todas las exigencias de nuestro particular inspector, porque un capítulo entero no alcanzaría. A pesar de todos estos problemas, la nieve y nuestra fiel clientela nos permitieron salvar la temporada que nos podría haber costado mucho.

El placer de un paseo de inspección.
Mientras, Bernadette, preocupada por la situación de la empresa, recibía nuestro abogado Guillermo Hensel.

No me daba cuenta todavía que este invierno, iba a ser nuestra última temporada de esquí. Nunca habíamos tenido como objetivo de enriquecernos con esta actividad. Treinta años antes, nuestra intención había sido de fomentar el esquí en Villa La Angostura. Nuestro objetivo se había logrado ampliamente. Nuestro Centro de Esquí se había hecho conocer y la juventud del pueblo lo aprovechaba igual que nuestros clientes. El Club Andino Villa la Angostura crecía y acordábamos buenas tarifas a sus socios. Varios de ellos se convirtieron en profesores o patrulleros (como Édouard), lo que les abrían nuevos horizontes, entre los cuales para algunos de ir a trabajar durante el verano en los centros de esquí del hemisferio norte.

Los Copitos del año 2006, de los cuales algunos son  actualmente instructores y patrulleros.
Grupo de patrulleros e instructores en 2006.