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Historias desconocidas del Nahuel Huapi: El arroyo del Molino

El Molinero Hermann Haneck. Actual Puerto de Bariloche, Autor: Carlos Foresti, Ca. 1908 (Álbum Cía. Comercial Chile-Argentina)
Historia
Tipografía

Si el Arroyo sin nombre alguna vez se llamó “Del Molino” propongo llamarlo ahora el “Arroyo perdido”. Porque así está, oculto entre construcciones y baldíos, entubado bajo la vecina ciudad de Bariloche. Sin embargo la historia podría haber sido distinta.

El arroyo del Molino

A principios del siglo XX, hacía el oeste, el plan de urbanización de la ciudad terminaba en el “Arroyo del Molino”. Así lo documentan los primeros planos de catastro cuando en Buenos Aires con la firma del Decreto del presidente Roca del 3 de mayo del año 1902 nacía la reserva de tierras que dio origen a la ciudad legal. En ese entonces, a las orillas del lago Nahuel Huapi, junto al primer corazón urbano, una aldea de chacras dispersas se extendía en los alrededores del aserradero de Wiederhold y del puerto San Carlos.

El Decreto, junto al anterior del mismo año que creaba la Colonia Agrícola del Nahuel Huapi, ponía un sello oficial a la primera fundación informal de la aldea, la de la llegada de Wiederhold desde las colonias alemanas del Sur de Chile en 1895.

Cuenta Vallmitjana en su libro “Bariloche, mi pueblo”, editado por la Fundación Antorchas en el año 1989, que en la región “se cosechaba buen trigo, que era segado con hoz porque lo desigual del terreno impedía el trabajo mecanizado. Presentado en la exposición rural del Centenario, en Buenos Aires, mereció una medalla de oro.

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Foto:  Vista al Aserradero y carpintería, entre ambos edificios se destaca el Molino Harinero a cargo del Sr. Hermann Haneck. Ca. 1908 (Colección Schirmer en Archivo Visual Patagónico)

Se sembraron muchas tierras, principalmente en la península de San Pedro, sobre el Lago Moreno, en Llao Llao, en los faldeos del Cerro Otto y Cerro Campanario, en la Estanzuela, al pie del cerro Millaqueo, y en las zonas de la Angostura y del lago Espejo”.

Lo que relata Vallmitjana no sólo sucedía en nuestra zona sino en muchos lugares de la Patagonia, como en los fértiles valles de las colonias galesas de la cordillera alrededor de Trevelin, “el pueblo del molino”, y también en el valle inferior del rio Chubut.

Con el trigo nacieron los molinos. En la región, según la misma publicación, el molino harinero más importante era de propiedad de la familia Eggers y estaba en San Carlos. Era movido por una caldera a vapor.

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En cuanto al tema que nos convoca su autor escribe: "La noria del molino harinero de San Carlos era movida por la fuerza hidráulica del arroyo sin nombre, que por aquellos tiempos se denominaba "del molino". Fue construido por Carlos Wiederhold y, al principio, tuvo el propósito de hacer girar una sierra para cortar madera.

Luego se la modificó y se le agregó la piedra para triturar trigo con el fin de hacer harina. Molinero era Hermann Haneck, quien trabajando todo el año producía 3.000 Kg. de harina, pero, a veces, quedaba trigo sin moler".

Fue el gran incendio del aserradero de Capraro, en el año 1924, el que se llevó consigo al molino. Junto a él se desvanecieron los recuerdos del primer nombre del arroyo.

El arroyo Sin Nombre

Pero el agua siguió corriendo bajo los puentes y la topografía de su cuenca siguió influyendo sobre el paisaje urbano de la ciudad. Basta con observar el trazado de las calles del límite occidental de su planta urbana para reconocer que la cuadrícula fundacional se había encontrado finalmente con la barrera topográfica del arroyo.

Una observación atenta de las fotografías de las primeras décadas del siglo XX delatan el perfil de su drenaje hacía el lago. En ellas se revela su derrotero desde el campo de las Margaritas hasta el actual Pasaje Gutierrez, desde el cual, cruzando en dirección al lago por el interior de manzanas en las que todavía corre libre y luego oculto, desemboca en el Nahuel.

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Foto: El Sr, Hermann Haneck junto a su ayudante en el Interior del Molino harinero. Actual Puerto de Bariloche, Autor: Carlos Foresti, Ca. 1908 (Álbum Cía. Comercial Chile-Argentina)

La 20 de febrero sugiere sus recodos y es su recorrido él que delata el final de la cuadrícula insinuando su antiguo cauce. En los 70 yo conocí el puente negro en el confín de la ciudad, debajo de lo que hoy es la FASTA, y de joven, al bajar a lo largo de Morales desde el colegio alemán todavía me sentaba a mirarlo correr donde hoy fluye entubado.

Pocos ya quedan de los que recuerden que donde hoy está el edificio del Club Andino un embalse lo había transformado en laguna, frente a la antigua primera casa de Don Primo Capraro, enmascarada hoy precariamente con cierta intención histórica.

Antes de promediar el siglo la ciudad traspuso aquel límite natural y avanzó hacia los cerros. Con la ciudad avanzaron los loteos, las sucesivas subdivisiones y los nuevos barrios. Los negocios inmobiliarios se antepusieron a la planificación. Había demasiada naturaleza afuera como para apreciar la que se escondía en el interior de la trama urbana. Una víctima fue, entre tantas otras, el arroyo que ya había perdido su nombre.

Esta in-nominación tal vez contribuyó a su futura desaparición. Los vallecitos y las colinas ligeramente urbanizadas, cubiertas por bosques y cruzadas por cercos de madera, dieron finalmente lugar al cemento. Como dice mi amigo Federico “lo que se perdió no fueron solamente los paisajes sino un estilo de vida con otra perspectiva de vivencias en contacto pleno con el entorno natural inmediato”.

Hasta su antiguo nombre, con intención olvidado, evoca la dimensión de lo perdido. En ese sentido el arroyo es casi una metáfora perfecta del cambio permanente al que hemos sometido nuestro entorno urbano. Dócil a una historia de constantes restricciones, a lo largo de un siglo fue perdiendo su libertad y su esencia.

Hoy corre disperso, en parte bajo tierra, en parte escondido. Todos los días asistimos indiferentes al entierro inevitable de un nuevo segmento. Lo pudimos ver con Federico con nuestros propios ojos en la breve inspección emprendida. Él lo llamaría “el avance de los sepultureros”.

El arroyo perdido

Investigar y recorrer la ciudad en función de una cuenca hidrográfica es un curioso quehacer. Y eso hicimos con Federico Silin con la cuenca del Arroyo “Sin Nombre”. Fotografiamos lo que pudimos ya que en muchos casos su cauce corre escondido o a lo largo de lotes privados. No es una tarea imposible. Nos ayudaban los registros históricos rigurosamente archivados por Federico. Además el relieve de la cuenca, es decir sus pequeños valles, barrancos, mesetas e incluso su vegetación remanente, es todavía claramente visible a través del trazado de las calles de nuestra ciudad. Si partimos desde el norte y observamos la primera cuadra de la Mitre, ahora en construcción, se puede observar la suave hondonada que cerca de los arcos todavía delata su antiguo paso por esa artería rumbo al lago.

En Morales, frente al Club Andino y debajo de la lo que fuera el edificio de la Ex Oficina de Tierras y Colonias también se insinúa el trazado de su cauce en diagonal rumbo a Moreno. De la plazoleta Almirante Brown, al costado de la cual está la sede del Club Andino Bariloche ya hablamos.

Allí, muchos años atrás, el arroyo formaba una laguna. A partir de allí no es difícil seguir uno de sus cursos, el del faldeo del Otto, ya que determina el recorrido de la 20 de Febrero casi hasta que esta se transforma en lo que solíamos llamar el camino del Faldeo, hoy Pioneros. El otro brazo junta las aguas del valle que rodea al actual barrio “Del Mallín” para unirse con los demás hilos que descienden del Otto al norte de la Diagonal Curuzú Cuatiá.

Un ejercicio de investigación topográfica urbana es observar este sector de la ciudad desde los altos del gran baldío de Parques Nacionales entre Quaglia y Morales o internarse por el extremo trunco de la Santiago Albarracín que lleva directamente al profundo cañadón del Arroyo, hoy profusamente cubierto de vegetación. La abrupta pendiente que desciende del este hacía Morales y al valle del río delatan este perfil orográfico que subyace al trazado de nuestras calles.

En el curso que desciende de las estribaciones del Otto, al sur de la FASTA, el arroyo se divide en dos brazos. Uno baja de las estribaciones del Runge y forma una laguna artificial en un complejo de Bungalows sobre Campichuelo. El otro baja del Otto y cruza Campichuelo en la esquina con Topa Topa. Más arriba fluye libre a lo largo de un vallecito que pareciera seguir siendo público. En este último caso el cauce superior del arroyo sigue conformando un complemento harmónico a los nuevos desarrollos urbanísticos que cubren esas laderas.

Hace unos días Federico me envió una foto de las pequeñas cascadas que forman sus aguas viniendo del Mallín y yo me detuve a explorar la manzana situada entre 24 de Septiembre y Belgrano para registrar como las nuevas edificaciones van sepultando las aguas del arroyo. Uno de los obreros me comentaba que todavía había peces allí. Siguen subiendo desde el lago.

* Por Hans Schulz (Textos y Fotos Actuales) - Federico Silin (Selección de Fotografías Históricas / Archivo Visual Patagónico)