Fue un 28 de Mayo, pero de 1903, cuando el italiano Federico Baratta recibía la primera escritura del Paraje Correntoso, hoy más conocido como Villa la Angostura. Fue quien invitó a venir desde Italia a Primo Capraro, uno de los fundadores de la localidad.
Un 28 de Mayo de 1903 el inmigrante italiano Federico Baratta recibía la primera escritura del paraje Corentoso, convirtiéndose en el "primer vecino" de lo que hoy se denomina Villa la Angostura.
Baratta había llegado desde Italia el 18 de septiembre de 1902 y había comprado en enero de 1902 el lote Pastoril Nº 8 de la naciente Colonia agrícola pastoril Nahuel Huapi. Aquel inmigrante soñador Nació en la ciudad de Massa-Carrara, Italia, el 2 de junio de 1880 y realizó sus estudios primarios en su ciudad natal y los secundarios en la “Scuola Industriale di Carrara”, donde el 25 de noviembre de 1893 recibió el diploma de “Perito Minerario”, a su vez también realizó el curso de “tenedor de libros”.
Durante el servicio militar obligatorio en el Regimiento de Pontoneros, conoció a Primo Capraro con quien luego sería socio en las lejanas tierras Argentinas. Incentivado por su tío, Valentín Baratta, decidió aventurarse en aquel próspero y lejano país de América del Sur : Argentina y se embarcó en Génova.
Tras su paso por Uruguay, arribó lleno de sueños a Buenos Aires. En esta capital se encontraba su primo Cesar Baratta, quien trabajaba como despachante de aduana y le consiguió un empleo gracias a sus estudios secundarios en un colegio Industrial. De esta manera ingresó en la Dirección Nacional de Tierras y allí funcionaba la División de Tierras y Colonias, oficina encargada de la entrega y fiscalización de tierras fiscales.
El lote Nº 8 del paraje "Correntoso"
En esta oficina técnica, realizando dibujos de los planos de las nuevas Colonias Pastoriles, se entusiasmó con la idea de radicarse en aquellos remotos lugares sureños. Fue así como en la Colonia Nahuel Huapi eligió el lote que le pareció más privilegiado, identificado como N° 8, a orillas del río Correntoso. De esta manera fue el primer beneficiario de este proyecto poblacional llevado a cabo por el gobierno nacional.
En enero de 1902, se le otorgó el lote y en total soledad, se radicó en este paraje dando inicio a una humilde explotación agropecuaria y maderera. El lote comprendía un total de 625 hectáreas, unidad de medida de subdivisión de aquella época. Cabe la aclaración, de que también había reservado el lote N° 9 para su compatriota Primo Capraro, quien aún no había contestado sus cartas decidiendo si aceptaba o no su propuesta de radicarse en este país, pero la División de Tierras y Colonias rechazó la adjudicación provisoria del lote N° 9, pues el solicitante tenía que realizar el trámite en forma personal. Desde este bello lugar, le escribió a varios de sus amigos, invitándolos a compartir el nuevo proyecto, considerando según sus propias cartas aún existentes, que “la explotación maderera es, sin duda el gran negocio del mañana”.
Entre sus amigos, se encontraba Primo Modesto Capraro, a quien volvía a invitar, una vez más, para que compartieran su aventura de encontrar “nuevos horizontes en este continente americano”. En una carta fechada el 15 de septiembre de 1902 le escribe “del lugar no se puede pedir mejor para nuestro propósito actual. El clima como te dije es similar al de Alta Italia, saludable bajo todos los aspectos”, más adelante proseguía “te ruego por lo tanto queridísimo Primo, de informarme a vuelta de correo, sobre tu forma de ver la situación, darme una respuesta decisiva sobre esta pregunta: ¿obteniendo el terreno estarás dispuesto a partir cuando yo te avise y te indicaré la oportunidad? necesito saber yo que pensar”, menciona también un visionario futuro “puede ser que dentro de pocos años se ponga de moda como un buen lugar de turismo, entre los ricos de Buenos Aires”.
Emprendió los primeros trabajos de construcción, utilizando la madera de la zona, una pequeña casa, un corral, galpón y un precario muelle, debido a que la única forma de comunicación permanente con el naciente poblado de “San Carlos” era por vía lacustre. Iniciado el desmonte, realizó diversos trabajos de explotación agropecuaria. Sembró trigo, avena, y lino, junto a la cría de ovejas y vacas para consumo propio, y dos caballos para sus recorridas por entre los cerrados bosques. No faltaba la típica huerta con frescas verduras.
Llega su amigo, Primo Capraro
El 4 de abril de 1903 llega vía Chile, Primo Modesto Capraro quien sería un pilar en el desarrollo de la región por su fuerte personalidad y visión de futuro. De inmediato se asocia con Baratta para la explotación del lote e incentivado por la construcción de un aserradero para comercializar la madera. También es justo recordar, según el mismo Primo Capraro escribió en su diario ”existía la posibilidad de encontrar oro en los arroyos”.
Con provisiones para casi dos años, ambos desarrollaron una amplia explotación del lote en forma intensiva, pero los resultados no fueron tan favorables como presumían y Capraro decidió dedicarse, en forma paralela, a su profesión de constructor. El primer meteorólogo El esfuerzo diario de Baratta era importante, pero estaba decidido a no ceder en el intento.
En los escritos de Primo Capraro en noviembre de 1903 expresaba: “mi compañero, de carácter misántropo decía: que hasta que no le quedara una miga de cualquier cosa para comer o vacas, ovejas, caballos u objeto que vender o cambiar por víveres - pues durante los meses de diciembre, enero, febrero, en el verano, solía pasar algún pasajero que venía o iba a Chile, pasando por el boquete de Puyehue - él no dejaría este lugar”.
Federico Baratta era un apasionado de la meteorología, llegando a construir él mismo un pluviómetro para llevar el registro tanto de la cantidad de lluvia como del promedio mensual año por año; también realizaba anotaciones de la temperatura para los promedios de cada estación.
Sobre su pasión por la meteorología, queda como mudo testigo una carta, fechada el 4 de abril de 1905, en la cual solicita se le remita “tratándose de instrumentos delicados que no es posible ni conveniente traer a caballo , le suplico Sr. Horn, de retornar usted, a mandar a retirar con alguien de la casa lo que hay en ese fardo para mí”.
El primer invierno
Su primer invierno no fue nada fácil. En su diario escribe: “menos de 2 grados centígrados y 695 mm., algo de viento del sureste. Heló fuerte a la noche. La nieve no se derrite tanto, y quien sabe cuantos días. No puedo resistir mucho en manejar leña y el hacha. Soñé que estaba aquí el vapor (...). "7 AM: menos de ocho grados centígrados y 665 mm., tengo 70 cm. de nieve y sigue cayendo grueso y espesa. Por Dios, no concluye. Cuánta fatiga y frío me cuesta la leña y no se ve nada ni sé nada de nadie. Es triste de veras vivir aquí. Hoy unas pocas arvejas que limpio y muelo, hago tortas y añado café amargo”. Luego proseguía “el tiempo está maleándose, sin harina tres meses, sin yerba son dos, no me queda grasa, nieva grueso, nadie llega. La pobre gata empeoró y al morir la enterré en el hueco del palo sobre el rancho en junio del año pasado”.
Sin duda, la vida de los primeros colonos estaba desbordaba de penurias y sacrificios. Baratta logró ser representante en la zona de los lagos para la Compañía Comercial y Ganadera La Chile Argentina, recorriendo a los pobladores aledaños, comercializando tanto la explotación maderera como la entrega de provisiones.
En numerosas oportunidades estas operaciones comerciales se realizaban en canje por productos elaborados por los mismos colonos. Débil de salud, se muda a Bariloche En 1910 decide radicarse en Bariloche, tomando un puesto permanente como “tenedor de libros” en la misma Compañía Comercial y Ganadera La Chile Argentina. Ese mismo año conoce a una chilena nacida en Valdivia, quien llegaba a la Argentina con la familia con quien vivía, por un traslado laboral de esta Compañía que tenía su sucursal en esa ciudad trasandina.
Su familia, Rosa y dos hijos
Rosa Andrade y Federico Baratta se casaron en diciembre de ese mismo año, radicándose en una casa alquilada a Otto Goedecke, ubicada en la actual Belgrano N° 40 de esa vecina ciudad. Allí nacieron sus dos hijos Eduardo, el 4 de julio de 1913, y Leopoldo el 13 de julio de 1921.
En diversas oportunidades, se asoció y se distanció de su amigo Primo Modesto Capraro. Radicado en Bariloche, recibe una carta en al que su tío le comunica que su padre, se había declarado en quiebra en el negocio de explotación de mármol de carrara, que poseía la familia en la ciudad italiana. Le aclara que presenta un agudo estado de depresión y le consulta si puede enviarle algún tipo de ayuda económica para sus padres.
Federico Baratta mantenía la explotación en el lote de Correntoso, siendo éste su único bien material, pero ante aquel angustioso pedido familiar decide poner en venta esa extensión de tierra. Es justamente Primo Capraro quien se lo adquiere, entregando, como parte de pago, la casa en donde vivía la familia Baratta, y el saldo en cuotas mensuales. La relación de amistad entre ambos se había desgastado con el correr del tiempo.
Este último negocio -en el que al parecer quedó con un saldo sin cancelar- terminó por sepultar definitivamente aquella amistad que había nacido en la lejana Italia durante el Servicio Militar. Mantuvo su vínculo laboral con la Compañía Comercial y Ganadera La Chile Argentina, obteniendo en la distribución entre los empleados de la compañía, el manejo del almacén de Ramos Generales. Siempre acosado por sus constantes problemas de salud Federico Baratta, falleció el 21 de junio de 1921 víctima de neumonía, en la ciudad de San Carlos de Bariloche
Yayo de Mendieta
Villa la Angostura