Luis García, quien vive en Olivos pero tiene casa en Villa la Angostura, se pregunta "¿Qué estamos alentando cuando rechazamos la circulación de transportistas chilenos por las rutas argentinas?"
Sr. Director:
Un niño acerca lentamente su cara al espejo instalado en la puerta de su placard. A medida que se acerca ve con mayor precisión las facciones de su rostro, hace gestos y les da algún sentido, pero a partir de cierto punto, cuando apoya su nariz sobre el espejo su visión periférica se a recortado y la percepción de su cara se ha deformado: ahora ve un solo ojo, como el de un cíclope, ha perdido la visión de su cuarto.
Rápidamente el niño comprende que, para comprenderse y comprender lo que lo rodea hace falta tomar distancia. Sin embargo, tardará más en comprender que su visión de sí mismo y del mundo estará fuertemente condicionada por el lugar en el que se pare, y por la perspectiva. ¿Dónde nos paramos los adultos y con qué perspectiva nos miramos y miramos el mundo?
Recientemente se publicó una carta de lectores que da cuenta de que las autoridades municipales habrían autorizado, o al menos tolerado, que unos camiones con patente de Chile se habrían detenido en la Villa sea para cargar combustible, sea para realizar alguna compra en un supermercado. No me ha quedado claro si la carta estaba centrada en criticar el hecho, o en abrir una discusión sobre las medidas de restricción de circulación que se aplican a no residentes. Me ha apenado, sin embargo, que muchos de los comentarios de lectores de esa carta trasuntan emociones de rechazo a la circulación de camiones en general y tienen un tono rayano en la xenofobia. Algunos se parecen a los de un niño con su nariz en el espejo, que ve como reflejo de sí mismo un cíclope de un solo ojo.
Sería bueno plantearse cómo podríamos mirar el paisaje de una manera más abarcadora, aun sabiendo que estaremos condicionados por el lugar en el que nos paremos y por la perspectiva.
Tengo una casa en la Villa aunque no resido permanentemente en ella. La cuarentena me sorprendió allí y permanecí hasta mediados de mayo en que pude circular de regreso bajo el plan “regreso a casa”. Mi casa en la Villa tiene vistas sobre la ruta 40. Desde mi ventana, puntualmente a las 20:00 hs, veía a diario la caravana escoltada de camiones que venían de Chile o que regresaban a este país. A veces, en el hastío, me entretuve contando el número, nunca menos de cincuenta en cada dirección. La visión me evocaba convoyes militares de fuerzas de ocupación que pude observar en tiempos pasados, cuando viví en Alemania. Mi experiencia en el extranjero me daba una perspectiva que condicionaba mis percepciones. También recuerdo ahora un convoy ferroviario que partía de la estación de La Plata del FCG Roca, cargado de tanques, con destino al sur. Era diciembre de 1978, no tenía prejuicios y nunca entendí ese despliegue militar sino como modo de táctica de autoafirmación de una dictadura.
En uno de los comentarios a la carta de lectores se percibe a los choferes de camiones por su profesión y no por su nacionalidad. Ese comentario transpira una visión crítica de la circulación en caravana escoltada con prohibición de descenso y sugiere que debería pensarse en un protocolo razonable. Tomo esa sugerencia y me pregunto si no debería someterse a los conductores de camiones chilenos a similares protocolos y restricciones que los que se aplican a los transportistas que entran a la Villa para distribución y provisión de bienes. Si se trata de la función que realizan, no veo por qué razón habría que hacer la distinción. Salvo que la distinción se haga por la nacionalidad del chofer o por la radicación de la empresa transportista. Algunos comentarios parecen poner el acento en este punto. Tomo distancia, miro y me inquieto.
Otros comentarios abiertamente rechazan la entrada de camiones, adelantan críticas sobre la política seguida por Chile para enfrentar la pandemia de Covid-19, y otros son más estructurales, rechazan por principio el paso de camiones chilenos por rutas argentinas y exigen que Chile construya una ruta sobre su territorio hacia las ciudades de su extremo sur.
¿Qué es más importante, discutir sobre la política sanitaria Chilena o mirar en perspectiva nuestra propia política de restricciones sanitarias? ¿Sería realmente muy riesgoso permitir que observando estrictos protocolos un conductor de un camión proveniente de Chile se detuviese en la Villa para cargar combustible o comprar vituallas?
Digo deliberadamente “un camión proveniente de Chile” y no un camión o un conductor chilenos, porque si fuese realmente riesgoso lo relevante no sería la nacionalidad del conductor o la radicación del vehículo sino el lugar de proveniencia, y la restricción debería aplicarse por igual a cualquier transportista argentino que regrese de Chile.
Finalmente pienso en la cuestión de las rutas existentes y su uso por los transportistas chilenos. Probablemente sería beneficioso para cualquier economía que existiesen caminos alternativos para llegar a un mismo destino. La construcción de rutas depende de decisiones de los gobiernos que tienen jurisdicción sobre sus respectivos territorios. A veces los accidentes geográficos representan enormes limitaciones económicas para la construcción de rutas. Cuando los Estados argentino y chileno han enfrentado limitaciones de ese tipo han hecho ciertos acuerdos diplomáticos sobre circulación. Eso es parte de la “geopolítica”. Los acuerdos se hacen y se cum plen en contextos de amistad y no de enemistad. Hay un acuerdo entre Argentina y Chile por el que se permite recíprocamente la circulación de transporte de mercaderías en rutas de los dos territorios.
Si dejamos de mirar con un solo ojo, con la nariz pegada al espejo, veremos que hay también beneficios para los transportistas terrestres argentinos que pueden circular por todas las rutas del país vecino, pero en particular, para las exportaciones por la vía del Pacífico y más particularmente para los que tienen al territorio chileno como única vía para poder llegar con bienes y mercaderías a la provincia de Tierra del Fuego.
¿Qué estamos alentando cuando rechazamos la circulación de transportistas chilenos por las rutas argentinas? No pretendo defender que el acuerdo de circulación que tenemos con Chile sea el mejor posible, tal vez podría mejorarse y desarrollarse en beneficio mutuo. Pero un acuerdo entre amigos en mejor que ninguno.
La pandemia y la necesidad de defenderse contra el virus puede sacar lo mejor de nosotros, o lo peor. Sólo podremos defendernos de ella entre amigos, tomando distancia, reconociendo nuestras perspectivas, y preguntándole al otro cuáles son las suyas. Parafraseando los versos de una canción “quiero tener un millón de amigos”.
Luis García
D.N.I. 13.410.464
Olivos